LA VERDAD DESCARNADA: TODO ES POR EL PETRÓLEO | Farruco Sesto

Donald Trump o pasado mes de xuño en Washington. (Foto: Aaron Schwartz)


por  Farruco Sesto
Arquitecto, escritor, poeta, bloguero, político y catedrático de la FEVP.

(Publicado en NÓSdiario el 06Jul2023, originalmente en gallego)




Tal vez es un signo de los tiempos. Antaño, las altas voces del poder imperial eran, o parecían, más cuidadosas en su apariencia y más comedidas con aquella palabra que se supone representa, y exhibe, los valores de la civilización y la democracia. Lo cual es una manera de decir que eran mucho más hipócritas. Pero de unos años para acá, algo cambió. Porque últimamente esas voces de los mandamases se desataron y fueron derivando a posiciones mucho más descarnadas en su prepotente sinceridad, particularmente al referirse a su papel hegemónico en el ámbito internacional. Como si de alguna manera, en el confuso tiempo de las posverdades, ya fueran perdiendo el pudor y la vergüenza, para mostrarse al mundo tal cual son. 

Cuando el presidente Obama firma, en 2015, un decreto que declara a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional” de los Estados Unidos, lo hace sin rubor de ninguna especie, sabiendo, como todos sabemos, que esa idea es, en sí misma, insostenible en su ridiculez.  A decir verdad ¿alguien piensa que Venezuela es un peligro excepcional para los EEUU? Salvo que se considere como una verdadera amenaza el ejemplo que la República Bolivariana de Venezuela ofrece al mundo en su decisión de ser irreductiblemente libre y soberana.

La clave de tal decreto nos la da el propio Obama, cuando en una entrevista, también en 2015, declara refiriéndose a las políticas de su país, que “si no tuviéramos esa dosis de realismo no alcanzaríamos nuestros objetivos” (…) “Tenemos el Ejército más fuerte del mundo y en ocasiones tenemos que torcer el brazo a los países si no quieren hacer lo que queremos, a través de métodos económicos, diplomáticos y a veces militares”  Torcer el brazo, dice sin pudor y con una sinceridad (un realismo) que comienza a sentar la pauta y a convertirse en ese nuevo estilo de la palabra imperial.

Pero, con todo, y como podía preverse, pues es difícil que alguien vaya a asombrarse por eso a estas alturas, nadie como Donald Trump para alcanzar las más altas cuotas de descaro imperial.  Con una franqueza brutal, blindada a prueba de argumentos, el expresidente Trump admite sin complejos que toda la guerra multidimensional, con el criminal bloqueo, contra Venezuela, tenía en su gobierno el objetivo de hacerla colapsar, para apoderarse de sus riquezas petroleras. 

Su confesión, hecha sin paliativos, tuvo lugar el pasado 19 de junio, en una reunión de su partido en Carolina del Norte.  Atiéndase bien a sus palabras y medítese en ellas con atención: 

"Que les parece que estamos comprando petróleo a Venezuela? Cuando me fui, Venezuela estaba lista para colapsar. Si la tomáramos, tendríamos todo ese petróleo, sería justo al lado, pero ahora se lo compramos y hacemos a un dictador muy rico. ¿Pueden creerlo? Nadie puede creerlo” 

Aunque la mediática hegemónica occidental no se dio por enterada de tales declaraciones, que ni siquiera se convirtieron en noticia directa, en realidad a nadie le pueden tomar por sorpresa. Como decimos, esta brutal sinceridad forma parte de la nueva política declarativa de las más altas voces imperiales.  Pues si a ver vamos, las palabras de Trump no hacen otra cosa que reafirmar un sin número de testimonios de destacados miembros de su equipo de gobierno. Lo única diferencia es la que aporta la propia personalidad de Donald Trump, que es un poquito más desinhibida y descarada en su crudeza. 

Quien quiera entretenerse un poco con eso, podría dedicar un par de horas a rebuscar, vía internet, en las declaraciones sobre Venezuela de miembros de los equipos presidenciales gringos en estos años. De gente como Elliot Abrans, “emisario especial para la situación venezolana”. Mike Pence, vicepresidente. Mike Pompeo, director de la CIA y secretario de estado. John Bolton, consejero de seguridad nacional. O del inefable James Story, embajador de los EEUU ante el “gobierno interino” del autoproclamado Guaidó.

De particular relevancia, por su cinismo, podrían destacarse las del embajador William Brownfield, a la Voz de América, en octubre de 2018, especialmente significativas, por cuanto allí se revela con antelación lo que ahora acaba de reconocer Donal Trump.

Dicen así: “Y si vamos a sancionar a PDVSA, tendrá un impacto al pueblo entero, al ciudadano común y corriente, al de las comunidades de Venezuela, pero el contraargumento en este momento es que ellos ya sufren tanto de falta de alimentación, de falta de seguridad, de falta de medicinas, de falta de salud pública, que, en este momento, quizás, la mejor resolución sería acelerar el colapso, aunque produzca un período de sufrimiento mayor por un período de meses o quizás años”
Sencillamente indignante.

Pero, más claro, agua. Todo por el petróleo.

farrucosesto@gmail.com

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 Farruco Sesto

Arquitecto, escritor, poeta, bloguero y político.
Ha sido Ministro de Cultura y Ministro de Vivienda y Hábitat.
Es catedrático de la FEVP.

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