FASCISMO | Luis Britto García




Artículo de opinión tomado de luisbrittogarcia.blogspot.com del 13Abr2024
por Luis Britto García 
Abogado, historiador, narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante.
Catedrático de la Escuela Venezolana de Planificación.

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Hollywood representa el fascismo como pandilla de malencarados en uniforme que agitan estandartes  y gritan órdenes. La realidad es más perversa. Según Franz Leopold Neuman en Behemoth: The Structure & Practice of National Socialism, 1933-1944,  el fascismo es la complicidad absoluta entre el gran capital y el Estado. Donde los intereses del gran capital pasan a ser los de la política, anda cerca el fascismo. No es casual que surja  como respuesta a la Revolución comunista de la Unión Soviética.

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El fascismo es la clase media sin expectativas. En su inteligente novela Un borgese piccolo, piccolo (1976),b Mario Vivaldi  narra la peripecia de un insignificante burócrata cuya única esperanza es que su hijo pueda “comenzar donde él terminó”. El retoño muere en un tiroteo protagonizado por delincuentes o terroristas. El manso burócrata se convierte en fiera que localiza, secuestra, tortura y finalmente mata al asesino, pero que termina también persiguiendo a quienes tienen un remoto parecido con éste. La sobria adaptación cinematográfica  de Mario Monicelli (1977) supera en poder explicativo las aparatosas epopeyas sobre el fascismo de Luchino Visconti y Wolker Schlondorf. Las crisis del capitalismo empujan bajo el nivel de la subsistencia y dejan sin futuro vastas clases medias; el miedo a la proletarización facilita que los demagogos fascistas las inciten a la violencia contra las izquierdas y supuestos enemigos externos.

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El fascismo priva de derechos a los trabajadores. Elimina los sindicatos, acepta sólo los dirigidos por fascistas y los integra con los de los patronos en un “Estado Corporativo” en el cual preponderan los intereses empresariales. Según denuncia  Francisco Bernal García, «el corporativismo fascista fue el producto de un pacto entre el régimen fascista y los grandes grupos industriales para la supresión del conflicto social y, al mismo tiempo, para la consecución de unas relaciones laborales estables y predecibles. Para obtener el consentimiento de los industriales, el fascismo hubo de relegar a un segundo plano su componente sindical, el cual despertaba recelos por parte de aquéllos» (Bernal García, 2017, p. 48. ”Las ideas del corporativismo surgieron durante la primera mitad del siglo XIX como una reacción contra las revoluciones liberales”)..

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El fascismo niega la lucha de clases, pero es el brazo armado del capital en ella. Aterroriza a la baja clase media y la marginalidad  con el pavor a la crisis económica,  a la izquierda  y la  proletarización, y  las enrola como paramilitares para reducir por la fuerza bruta a socialistas, sindicalistas, obreros y movimientos sociales.  Mussolini fue subvencionado por la fábrica de armas Ansaldo y el Servicio Secreto inglés; Hitler financiado por las industrias armamentistas del Ruhr; Franco y Oliveira Salazar, apoyados por terratenientes e industriales, Pinochet por Estados Unidos y la oligarquía chilena.


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La crisis económica, hija del capitalismo, es a su vez la madre del fascismo. A pesar de estar en el bando vencedor en la Primera Guerra Mundial, Italia sale de ella tan destruida que la clase media se arruina y participa masivamente en la Marcha sobre Roma de Mussolini. En la elección de mayo de 1924, Hitler obtuvo sólo el 6,5% de los votos. En las de diciembre de ese año, sólo el 3,0%. En las de 1928, cuando revienta la gran crisis capitalista, obtiene 2,6%, en 1930 gana 18,3%, y en 1932, 37,2%, con lo cual accede al poder y lo utiliza para anular a los restantes partidos. Pero el fascismo no remedia la crisis: la empeora. Durante Mussolini el costo de la vida se triplicó sin ninguna compensación salarial ni social. Hitler empleó a los parados en fabricar armamentos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, la cual devastó Europa y causó sesenta millones de muertos. Franco inicia una Guerra Civil que cuesta más de un millón de muertos y varias décadas de ruina; los fascistas argentinos eliminan unos treinta mil compatriotas, Pinochet asesina unos tres mil chilenos. Tan malo es el remedio como la enfermedad. 

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El fascismo convoca a las masas, pero  es elitista. Corteja y sirve a las aristocracias, sus dirigencias vienen de las clases altas e instauran sistemas jerárquicos y autoritarios. El historiador Charles Maier recalca que hacia 1927,  el 75% de los miembros del partido fascista italiano venía de la clase media y media baja; sólo 15% era obrero, y un 10% procedía de las élites, los cuales sin embargo ocupaban las altas posiciones y eran quienes en definitiva  fijaban  sus objetivos y políticas.  Hitler establece el “Fuhrer-Prinzip”: cada funcionario usa a sus subordinados como le parece para alcanzar la meta, y responde sólo ante el superior. El Caudillo falangista responde sólo ante Dios y la Historia, vale decir, ante nadie.

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El fascismo es racista. Hitler postuló la superioridad de la “raza” aria, Mussolini arrasó con libios y abisinios, y  planeó el sacrificio de medio millón de eslavos “bárbaros e inferiores” a favor de 50.000 italianos superiores. El fascismo sacrifica a sus fines a los pueblos o culturas que desprecia. Los falangistas tomaron España con tropas moras de Melilla. Albert Speer, el ministro de Industrias de Hitler, alargó la Segunda Guerra Mundial de dos a tres años más con la  producción armamentista activada por tres millones de esclavos de razas “inferiores”.

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Fascismo y  capitalismo tienen rostros  aborrecibles que necesitan máscaras. Los fascistas copian  consignas y programas revolucionarios. Mussolini se decía socialista, el nazismo usurpó el nombre de socialismo y se proclamaba partido obrero (Arbeite); en su programa sostenía que no se debía tolerar otra renta que la del trabajo.  Por su falta de creatividad, roban  los símbolos de movimientos de signo opuesto. Los estandartes rojos comunistas y la cruz gamada, símbolo solar que en Oriente representa la vida y la buena fortuna, fueron confiscados por los nazis para su culto  de la muerte.

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El fascismo es beato. Los curas apoyaron a los falangistas que salían a matar prójimos y fusilar poetas. El Papa bendijo las tropas que Mussolini mandó a la guerra; nunca denunció las tropelías de Hitler.  Franco, 0liveira Salazar y Pinochet fueron idolatrados por la Iglesia.

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El fascismo es misógino. La misión de las mujeres se resume en  Kirche, Kuchen, Kinder, vale decir, iglesia, cocina, niños. Nunca figuró públicamente una compañera al lado de sus líderes; quienes las tuvieron, las escondieron o relegaron minuciosamente. Nunca aceptaron que una mujer ascendiera por propio mérito o iniciativa.  Hitler las encerró en granjas de crianza para parir arios; Mussolini les asignó el papel de vientres para incrementar la demografía italiana, Franco, Oliveira Salazar y Pinochet las confinaron en la iglesia y la sala de partos. Apenas como excepción aceptaron los nazis a la documentalista Leni Riefenstahl, a la aviadora Anna Reich, que se atrevió a pilotar una bomba V-1 para detectar sus fallas de estabilidad.

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El fascismo es anti intelectual. Todas las vanguardias del siglo pasado fueron progresistas: la relatividad, el expresionismo, el  dadaísmo, el surrealismo, el constructivismo, el cubismo, el existencialismo, la nueva figuración. A todas, salvo al futurismo, el fascismo las trató como “Arte Degenerado”. El fascismo no inventa,  recicla. Sólo cree en el ayer, un pasado imaginario que nunca existió. El fascismo asesinó a Matteotti, encarceló a Gramsci,  fusiló a García Lorca e hizo morir en la cárcel a José Hernández. Pinochet asesinó a Víctor Jara. Cuando oigo hablar de cultura, saco mi pistola, decía Goering.  Cuando oigamos hablar de fascismo, saquemos nuestra cultura.

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En inteligente artículo, relata James Petras que el capitán de la Guardia Nacional José Guillén Araque advirtió al presidente Maduro que "el fascismo debe ser derrotado antes de que sea demasiado tarde". Pocos días después, el oficial era abatido por un francotirador en Maracay, el 16 de marzo de 2014, presumiblemente víctima de una modalidad de asesinato selectivo cada vez más frecuente en Venezuela. Concluía Petras que “El fascismo, básicamente el terrorismo armado con el fin de derrotar por medios violentos al gobierno democrático, es una amenaza real e inmediata en Venezuela. El día a día, los altibajos de la lucha callejera y los incendios no dan una dimensión real de la amenaza. Como lo hemos señalado, los respaldos estructurales y organizativos de fondo, que explican el auge y el crecimiento del fascismo son mucho más significativos. El desafío de Venezuela es lograr cortar las bases económicas y políticas del fascismo” (James Petras: “Derrotar al fascismo antes de que sea demasiado tarde” http://petras.lahaine.org/?p=1978). Durante casi una década he alertado contra una infiltración paramilitar que ha ido progresivamente dominando varios rubros de las actividades iegales e ilegales en Venezuela. Los últimos sucesos advierten que el terrorismo de derecha organizado y financiado desde el exterior  actúa desenfadadamente como actor político en  nuestro país, y que debemos asumir un enorme esfuerzo político, social, económico, estratégico, diplomático y cultural para conjurarlo.



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Luis Britto García.                                                

 Abogado, historiador, narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante. Catedrático de la Escuela Venezolana de Planificación.

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